jueves, 18 de julio de 2013

SEND IN THE CLOWNS, UNA HISTORIA DE HUMOR Y AMOR




Send in the clowns es una amena y curiosa narración con un propósito de alta dignidad humana. Su autora, Annia van Allen, no solo tiene talento para crear personajes y armarles una historia sino la suficiente fantasía para hacer que esta se colme de peripecias significativas. Imaginación, experiencia, investigación y la noble intención de ofrecer un relato que convoque al decoro y la felicidad dan fuerza y consistencia a esta obra.



La novela narra la historia de un pequeño pueblo, que puede ser cualquiera de la Europa central e incluso un simple pueblito de alguna esquina del mundo donde sus habitantes buscan cambiar sus destinos para mejor. Blödelheim, villa que se alza entre cerros que recuerdan las cabezas encrestadas de los cicirros, aquellos payasos romanos, ha sido reconocida por tener la única escuela de payasos de toda Europa. El humor ha sido una forma de vida y unión. El villorrio vivió tiempos de armónica felicidad hasta el trágico día en que alguna fatídica maldición se vertió sobre ella y perdió su admirable existencia colmada de alegría y tranquilidad. Con el tiempo, a Blödelheim vienen a dar los más insospechados y diversos personajes.



Los seres que se encuentran aquí, se caracterizan por poseer un alma anhelante de bien pero que, de uno u otro modo, han padecido la frustración que la intolerancia y la maldad de otros les causara. Vienen como a ocultarse entre estas colinas amables y a intentar recomponer sus vidas deshechas. Así se juntan la familia Bufón que desde tiempos inmemoriales se han dedicado al arte del payaso y han fundado la escuela; un francés que sufre las más diversas y tormentosas fobias; una peluquera rumana que huyera de la dictadura, con la mala suerte de rebanar aquí la oreja de un cliente y vivir condenada a oír un disco que saca a flote su tristeza; una muchacha inuit que no heredó el don de su familia  de hablar con los animales ; un judío de origen polaco que no se desprende de su botella de vodka mientras enseña el arte del lenguaje corporal; una griega descendiente de una familia de alfareros que de pronto trocó el torno en un medio de producir las más fabulosas confituras; un persa que escapó al designio de ser un hombre bomba y, danzante apasionado con una fabulosa nariz para los diversos aromas, abre un próspero café, donde puede realizar su amor por otro hombre; un soldado inglés veterano de la guerra del desierto que cambió sus artes de guerra por el organillo y ahora hace feliz al persa con sus maneras musicales; un chino que no encontró fortuna con el humor de los burócratas de su país y ha venido hasta aquí a probar sus buenas artes en la medicina natural y en ayudar a los demás; una chica que no podía soportar las mentiras y escapara de su Isla Iguana, para abrir una fábrica de narices y, curiosamente, sanará al francés hiperfóbico por el expediente del amor. Ella es quien narra el acontecer del pueblo.



Esta amplia gama de personajes, con distintos orígenes, coincidentes dilemas y obsesionados con hallar la felicidad, nos brindan un complejo tejido de las obsesiones y traumas de nuestros semejantes. En buena medida vienen a ser un mosaico resumen de las vicisitudes, angustias y esperanzas que han movido hasta hoy a los humanos de este planeta. La autora ha sabido dotarlos de vida, con un amoroso acercamiento a sus virtudes y defectos y, sobre todo, con un sutil respeto por su diversidad y su definitivo derecho a ser tal y como son. Con su capacidad de fantasear, nos sumerge en las más insólitas aventuras e increíbles episodios. La autora se ha apoyado, como los antiguos evangelistas, en una forma que emplea la metáfora para llevarnos más allá del sentido superficial. Ha creado una parábola. Esto es en definitiva esta novela, la parábola de seres diversos y complejos que solo quieren hallar a través del humor una forma de vida y, en el amor, el elemento cohesionador que les confiera sentido y les restituya la vida armónica que todos ansiamos. En una azarosa travesía emprenden un singular camino de Santiago. Este sirve no solo para espantar la mala suerte que los ha sumido en la desventura, sino para encontrarse ellos mismos y cohesionarse en un conjunto humano diverso pero solidario que halla, en sus propios medios y talentos, la posibilidad de crearse un espacio de felicidad y redención.





Manuel García Verdecia, Holguín, 3 de julio de 2013